Las emociones preparan a tu cuerpo para actuar, te dan el empujón para actuar de cierta forma. Este empujón es el impulso.
Quizá no seas consciente pero tus impulsos afectan a ciertas partes del cuerpo. Si prestas atención sentirás como se van llevando a cabo estas preparaciones para actuar. Por ejemplo, si tengo el impulso de comer chocolate, lo noto en primer lugar en la boca, puedo sentir una vaga tensión en la lengua, en la mandíbula. A medida que se vuelve más fuerte puedo sentir cierta sensación en el estómago, una especie de rumor sordo. Y si dejamos que aumente puedo sentir una agitación en las piernas que me impulsan a levantarme y desplazarme.
Una destreza fundamental para lidiar con los impulsos es ser consciente de ellos, detectar cuando se presentan y cómo son. Reconocerlos requerirá práctica, pero a medida que practiques te darás cuenta de que hay dos componentes principales: 1. Sensaciones vagas que te dicen que tu cuerpo se está preparando. 2. Pensamientos o imágenes asociados en relación con la acción que quieres emprender.
Es posible abordar un impulso de dos maneras: actuando conforme a él o actuando en otra dirección. Es preciso que te preguntes: ¿Estaré actuando conforme a la persona que quiero ser?¿Me ayudará a orientar mi vida en la dirección que quiero tomar? Si la pregunta es afirmativa, adelante, déjate llevar por ese impulso. Sino actúa en otra dirección.
Como podemos luchar contra él vamos a hacerle sitio dándole tiempo y espacio para que agote toda su energía (practicar la expansión). Para ello vamos a practicar esta técnica: surfear los impulsos.
Piensa en ola: como viene y se va, como crece de la nada poco a poco para aumentar progresivamente hasta llegar a un punto máximo. Una vez ha llegado a su cresta va perdiendo fuerza paulatinamente. Si no tiene sitio, la ola se romperá contra las rocas, salpicando por todas partes. Por el contrario, si tiene espacio y le permitimos diluirse se irá sin hacer ruido.
Lo mismo debemos hacer con nuestros impulsos, observar cómo crecen y hacerles espacio para que se diluyan poco a poco. A continuación, realiza este ejercicio:
Respira profundamente, toma conciencia de tu respiración, cómo entra el aire por tu nariz, cómo llega a los pulmones y cómo sale poco a poco de nuevo por la nariz. Observa en qué parte del cuerpo sientes el impulso. Fíjate si hay otras partes implicadas. Reconoce mentalmente “Estoy sintiendo el impulso de…….”. Dedicate a observar como crece y se desvanece. No intentes suprimirlo ni deshacerte de él. Llena ese impulso con tu respiración y hazle sitio. Nota como ese impulso se expande por todo tu cuerpo, y a medida que se hace grande se debilita.
Si tu mente empieza a juzgar o a criticar ese impulso o a contarte historias inútiles del tipo “no puedes manejarlo”, permite que esos pensamientos vengan y se vayan sin centrar tu atención en ellos. Los etiquetas y los dejas ir.
Algunos impulsos crecen y se desvanecen con rapidez, otros se toman su tiempo. Permite que tu impulso crezca y se desvanezca a su propio antojo.
Te puede resultar útil puntuar el impulso. “Estoy teniendo este impulso con una intensidad de 7”. Fíjate en si esta puntuación varía.
Por muy grande que el impulso se haga, tienes sitio para él. Al final alcanzará su cresta y se desvanecerá. Así que obsérvalo, respira haciéndole sitio y déjalo estar ahí.
Extraído y adaptado de «La trampa de la felicidad» Russ Harris