Estos últimos días hemos estado hablando del estrés y hemos comentado algunas técnicas para sentirnos más relajados. Estas estrategias son útiles para atenuar los desagradables síntomas del estrés y también nos ayudan a tomar distancia del estímulo problema. Sin embargo, si queremos afrontar de cara la problemática existen otras técnicas que podemos emplear.
Para saber qué técnica es la que más nos conviene lo pertinente es realizar una evaluación para llegar hasta el núcleo del problema. En esta entrada abordaremos el manejo del tiempo.
Apostaría a que muchos de los que vais a leer esto os sentís aturdidos por la cantidad de cosas que tenéis que hacer y sentís la urgencia del tiempo que acecha sobre vosotros con la sensación de que no llegáis a todo. No obstante, en el polo opuesto, las personas que tienen déficit de actividades programadas o déficit de objetivos propuestos también sufren síntomas de estrés o ansiedad.
Tener un plan o una guía sobre la que recorrer nuestro camino nos aporta seguridad, disminuye la sensación de incertidumbre y nos estimula a seguir hacia adelante.
Para desarrollar un plan, ya sea personal, profesional, deportivo o familiar, el primer paso es definir los objetivos. Muchas veces no nos hemos planteado lo que realmente queremos lograr.
- Así, si un empresario decide simplemente ganar dinero en vez de determinar un logro determinado en cuanto a número de ventas o alcance mediático por ejemplo, es difícil que consiga motivarse ni sentirse satisfecho. Además si esto no se transmiten a los empleados, seguramente éstos no encontrarán sentido a su labor porque verán en él una simple rutina.
- Si un corredor únicamente piensa en conseguir rendir al máximo pero no se plantea cumplir un tiempo acorde a sus condiciones es más fácil que se sienta decepcionado.
- Unos padres que no definen los objetivos que esperan que cumpla su hijo lleva a relaciones complicadas entre ellos. Seguramente éste llevará a cabo comportamientos inapropiados ya que no comprende lo que se espera de él y ve las decisiones parentales como azarosas o carentes de sentido.
- Y ya a nivel personal, desconocer qué es lo que realmente le motiva a uno y por tanto no tener unos objetivos marcados que indiquen qué hacer en el día a día y, sobre todo, para qué puede conllevar alteraciones psicológicas.
Los objetivos no solamente tendrán que ser claros, sino que deberán ser alcanzables (que su logro sea posible), operativos (que se puedan realizar mediante diferentes pasos u objetivos intermedios), flexibles (que permitan valorar diferentes alternativas para su consecución) y estimulantes (que realmente nos motiven porque es algo que nosotros queremos).
Por otro lado es fundamental priorizar. Es común que metamos TODOS los objetivos en el paquete de URGENTE. De esta manera es muy fácil que nos sintamos desbordados porque todo es para ayer y finalmente nos frustremos porque vemos que es imposible cumplir con esta exigente premisa.
Es realmente útil ubicar nuestros objetivos en 4 listas diferenciadas:
- Objetivos Urgentes-Importantes: cumplir con plazos en el trabajo o apagar un fuego.
- Objetivos No urgentes-Importantes: labrarme una carrera profesional, construir una relación íntima con mi pareja, realizar actividades familiares, bienestar personal, desarrollar una afición
- Objetivos Urgentes-No importantes: atender una llamada o un correo, una interrupción en mi despacho, interrupciones sociales
- Objetivos No urgentes-No importantes: trivialidades, actividades que no requieren esfuerzo pero me hacen desconectar aunque de forma improductiva a cualquier nivel como las redes sociales, what’s app, etc.
De esta forma es más fácil crear una agenda y organizar el tiempo y por supuesto, desechar o posponer todo aquello que forma parte de la lista número 4. Las prioridades deberían enfocarse en atender las listas 1 y 2. Todo aquello que se encuentre en la lista 3 podemos aplazarlo a los últimos 10 minutos de lo programado para lo realmente importante.
En ocasiones el problema está en que tenemos dificultades para iniciar las tareas; la dichosa procrastinación. En este caso habrá que evaluar si el problema es que los objetivos a cumplir no son lo suficientemente estimulantes, si el espacio de trabajo no es adecuado o no está bien asociado a la tarea, si existen dificultades para la concentración, si nos falta información, etc. A veces es suficiente sólo con comenzar con las tareas que nos resulten más desagradables.
Por último, es fundamental reservar tiempo para el ocio y el descanso. El cerebro necesita descansar para funcionar correctamente. Respeta las horas de descanso, de disfrute y sobre todo, las de sueño. No sirve de nada trabajar muchas horas seguidas si no lo hago de manera eficiente porque además esto repercutirá finalmente en otras áreas de la vida. Es común pasar tiempo con la familia pero estar pensando al mismo tiempo en el trabajo que queda por hacer o las correcciones que mejorarían lo ya hecho. Al final todo se resiente.
Te animo a que hagas eso que hacemos tan poco a lo largo de nuestra vida. Para y piensa qué estás haciendo ahora mismo con tu vida: ¿es lo que quieres? ¿llevas un buen método para conseguirlo? ¿tienes los recursos necesarios para ello? ¿necesitas ayuda?