Hablando con mi pequeño, que tanto me hace reflexionar, me comentaba que le daba miedo que las abejas le picaran y que como ya se acercaba el verano se iba a quedar en casa encerrado. Iba a cerrar las puertas y las ventanas para que no entrara ninguna en casa. Yo le pregunté si entonces iba a dejar de ir a jugar al parque, de ir a jugar al fútbol al polideportivo o si iba a dejar de ir con la bici por la montaña. Él contestaba que sí, que se quedaría en casa. Pues vaya verano más aburrido, le decía yo, no podrás hacer nada de lo que te gusta. Se quedó pensando,…
Cuento esto porque las abejas me recordaron a la ansiedad. La ansiedad nos da miedo y, en ocasiones, dejamos de hacer cosas porque el miedo a sentir ansiedad es mayor que cualquier cosa. Y así, dejo de conducir porque tengo miedo a tener un accidente y me vuelvo un poco más dependiente de los demás, dejo de ir a centros comerciales porque temo que me dé un mareo, con lo que no voy más al cine, por ejemplo. Dejo de correr porque creo que me va a dar un ataque cardíaco y abandono mi salud física, dejo de ir al bar porque me siento aturdido con tanto ruido así que dejo de quedar con mis amigos… Así, como mi pequeño dice, me quedo en casa con las puertas y ventanas cerradas. Quizá así dejo de tener miedo, pero me pierdo las cosas importantes y que me hacen disfrutar. Aquello que más valoro se hace cada vez más pequeñito y al final el miedo se hace cada vez más grande.
Si por el contrario, decidiera hacer todo aquello que es importante para mí, aquello que valoro, a pesar del miedo, a pesar de las abejas revoloteando a mi alrededor, ¿qué pasaría? ¿Se haría más grande lo que valoro y más pequeña la ansiedad? No lo sabemos, no te lo puedo asegurar. Lo que sí te puedo asegurar es que tu vida tendría sentido, tendría valor. Y eso no lo podemos conseguir encerrados con puertas y ventanas en casa. La psicología o la terapia no te puede prometer que las sensaciones desagradables desaparezcan pero te puede ayudar a vivir con ello, de forma plena y satisfactoria.
A fin de cuentas, debes saber que las emociones desagradables son inevitables. No podemos librarnos de ellas. Ni la persona que te parezca más feliz, más segura de sí misma puede evitarlas. Seguro que en algún momento de su vida ha sentido miedo, tristeza, ira,… Lo que ha logrado esa persona es vivir la vida que desea a pesar de las abejas.